Soy madre de dos hijas hermosas que son mi razón de SER.
Kyra de 24 años y Kayla de 16 años.

Hace exactamente dos años, Kyra (la mayor), después de
regresar de la Universidad me comentó que se mudaría. Como la
mayoría de las madres, pues no pensaba que lo haría en la forma
que lo hizo.
Un día, cuando llegué del trabajo, ella me estaba esperando para
despedirse con todas sus maletas hechas y su papa esperándola.
Pensé que el mundo se me venía encima, porque aunque ella me
lo había comentado, no me sentía preparada. En ese momento
lo único que pasaba por mi mente era una pregunta que me
atormentaba:
“¿QUÉ FUE LO QUE HICE MAL COMO
MADRE?”-.
Lloré por casi 18 meses, hasta el día en que entendí que los hijos
no son para quedarse con nosotros toda la vida. Entendí, que así
como nosotros nos fuimos y dejamos a nuestros padres, ellos
también tienen como ley de la vida hacer lo mismo.
Esa atadura que tenía, no tenía nada que ver con mi hija, a lo que
verdaderamente le temía era a la SOLEDAD, a cómo sería mi
vida luego de la partida de Kyra, y pensar que a Kayla no le
faltaba mucho para que que la historia se repitiera.
Pues, hace 5 meses Kayla se mudó con su papá, justamente a unas semanas de la celebración de sus 16 años, en el momento en el que pensaba que todo estaba bien.
Igualmente, llegué un día a las 7:30 p.m. y cuando subí a la
habitación de mi pequeña, no tan pequeña, ya todo estaba vacío.
Su closet y las gavetas “empty”. Nuevamente me senté en las
escaleras a llorar. Luego de un rato, llamé a mi amiga Haydee, la
única con la que en realidad hablo de esas cosas tan íntimas.
No entendía nuevamente el porqué de todo esto. Me tomó un
mes salir de la tristeza masiva que me paralizó. Estaba
trabajando en tantas cosas, lista para lanzar mi página de web,
planificando el RETO SER, empezar la certificación de life
coach y el general, iniciar nuevos proyectos. Pero la culpa me
volvió atacar.
A partir de esto, empecé nuevamente a escribir y a analizar
todo de una manera más positiva, hice un pacto conmigo misma.
Ese pacto me ha ayudado bastante y hoy ha transformado mi
vida, no solo como madre, sino como mujer.
La pregunta que me hice que trajo luz a mi vida fue “¿Señor,
qué tengo o qué quieres que yo aprenda de todo esto?”. En ese
preciso momento me senté a solas y todo tenía sentido.Vi cosas
que como madre tenía que cambiar y todo ese dolor se convirtió
en crecimiento y un gran aprendizaje.
Aunque, hemos tenido dentro de lo que cabe una bonita relación,
ahora la relación es mágica! Aquí les comparto lo que aprendí
de ese ADIOS tan frio que hoy es el ADIOS más hermoso que la
VIDA y DIOS me han regalado:
*Entender que el amor de mi vida soy yo, no mis hijas.
*Que como madre no puedo limitar a mis hijas a bases de
mis creencias.
*Que no soy perfecta y no pasa nada.
*Que los hijos son prestados y que como ser humano no me
puedo atar a nada.
*Que este es mi momento de hacer lo que he dejado a un
lado por poner el rol de madre como prioridad. Aún lo es,
pero ese tiempo en mi hogar a solas me ha dado más
libertad para cumplir mis metas y tener una mejor
organización.
*Que di lo mejor de mi y les inculqué valores y principios
que ellas los llevan muy presente.
*La partida ha generado no solo sanar las heridas de ambas
partes, pero ahora somos más unidas que nunca.
Esta es la oportunidad para Kayla disfrutar de su papá, ya
que lamentablemente justo cuando ella cumplió su primer
añito nos separamos.
*Que ahora pasamos mas tiempo de calidad y nuestras
conversaciones son muy profundas.
*Que el tiempo con nuestros hijos se deben disfrutar al
máximo.
*Que nunca es tarde para comenzar a tener una bonita
relación con nuestros hijos.
*Que el rol de víctima no funciona.
Pero la más importante de todo este aprendizaje, es que ya no le
temo a soledad, amo estar con mi persona y que todo tiene un porqué
y un propósito.
Les comparto esta historia, porque me han escrito mucho con la
idea de que tengo una vida perfecta y que soy una madre
excepcional.
Mi vida no es perfecta como ven, pero si soy una
mujer bendecida porque hoy, he transformado el dolor en
aprendizaje, me he reinventado como mujer y mas aun, como
MADRE.

Quiero que siempre tengan muy presente lo maravillosas que son y que la perfección no existe, pero que si es posible tener un
nuevo comienzo.
Con amor,
Omayra
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